. . . y los habrá peores.

viernes, 6 de enero de 2012

Yo no juego más.

¿Sabes? como esas veces, cuando vas conduciendo y coges más y más velocidad adelantando a uno y a otro al ritmo de una música que te invade y te posee, tomando riesgos innecesarios. Así me ocurre contigo.

Porque dicen que todo tiene un sentido y se acogen a creencias o intentan usar su razón y encontrarle a la vida un sentido que sea útil para todos nosotros, un por qué al hecho de estar aquí. Yo no me lo creo. No me creo ná. Sencillamente creo que estamos aquí, sin más, y punto.
Por eso, a veces asumo riesgos y empiezo a jugar al excéntrico juego de:
A ver si me hago daño.

No solo buscando el dolor que puede sufrir alguien que se bate dentro de un ring la supremacía de su dentadura, luchando para que prevalezca cuantos más dientes mejor en el interior de la cavidad bucal, o cuando uno de esos futbolistas de los que le gusta “el contacto” no para de buscar en el rival golpes, insultos, puños y a veces incluso sangre.
Pues no.
No soy como ellos, porque ellos saben y son capaces de ir a dar un abrazo al rival cuando suena el timbre o tras silbar el árbitro.

Ojalá yo pudiera ir a abrazarte después de jugar a hacerme daño, o pudieras romperme los dientes como a un mal púgil y conservar para ti una sonrisa en mi encía huérfana.

Sin embargo, cuando juego a hacerme daño, si me lo hago, no sé abrazar ni perdonar que me hayas saltado un par de muelas y por eso no quiero jugar más.
Puede que resida en la diferencia de, que cuando juego a hacerme daño, tú no eres rival sino compañera y sufro cuando no encuentro la opción de anular el fuego-amigo y acabamos disparándonos a matar hasta estar completamente empapados de la sangre del otro como si fuera una película de Tarantino.

Sé que de momento voy bien, ganándome a mí mismo, pero temo la hora de chocar y sufro pánico al siniestro total. Tras diez vueltas de campana saldré intacto y por mi propio pie del  amasijo de hierro. Y no será la primera vez que, a pesar de no mostrar heridas, estaré destrozado por dentro.

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