se me hace cuesta arriba
no tenerte: mis domingos
se me hace tan extraño
tus caricias: mis suspiros
tus besos: mis recuerdos
hoy tocarte que es mi vicio
está vacío y es pensarte
lo que siempre necesito
tu sonrisa: es mi alivio
tenerce cerca o lejos
sin importar quién: el camino
seiscientos noventa y pico
y tu cuerpo: mi destino.
. . . y los habrá peores.
lunes, 13 de octubre de 2014
martes, 29 de julio de 2014
José Monge Cruz
"Salga el Sol y venga el día
que alumbre mi oscuridad,
La Luna me trae las penas
que no quiero recordar.
Quisiera llorar pero no puedo
porque no tengo alegría,
y porque no tengo alegría
de ti me falta el consuelo."
- La luz de aquella farola
que alumbre mi oscuridad,
La Luna me trae las penas
que no quiero recordar.
Quisiera llorar pero no puedo
porque no tengo alegría,
y porque no tengo alegría
de ti me falta el consuelo."
- La luz de aquella farola
lunes, 28 de julio de 2014
693.2
Puntos infinitos:
llenan el cielo de bicicletas
y el mar fluorescente y un vino.
Conociéndote por tus labios, a cada palabra
percutiendo en tu cuerpo
e incluso entre lágrimas, estás bonita.
Una ventana para verte amanecer
sabor amargo y luz de sueño
no sé quién soy.
no sé quién eres.
Y me gusta descubrirte a mi lado.
Una hamaca y bajoneros.
El perro cojo nos tiene celos
Abrazos, acunándonos las olas.
El cachorro que nunca adoptamos
¿de los que duermen o de los que juegan?
Corriendo a cada autobús
tú y yo sin tiempo
quedándonos mucho aun.
Las mandarinas más sosas
convirtiéndose en llaveros ...
Yo que sé, esas cosas. Nuestras cosas.
llenan el cielo de bicicletas
y el mar fluorescente y un vino.
Conociéndote por tus labios, a cada palabra
percutiendo en tu cuerpo
e incluso entre lágrimas, estás bonita.
Una ventana para verte amanecer
sabor amargo y luz de sueño
no sé quién soy.
no sé quién eres.
Y me gusta descubrirte a mi lado.
Una hamaca y bajoneros.
El perro cojo nos tiene celos
Abrazos, acunándonos las olas.
El cachorro que nunca adoptamos
¿de los que duermen o de los que juegan?
Corriendo a cada autobús
tú y yo sin tiempo
quedándonos mucho aun.
Las mandarinas más sosas
convirtiéndose en llaveros ...
Yo que sé, esas cosas. Nuestras cosas.
jueves, 3 de julio de 2014
Mis paraísos momentáneos
Quiere dormir mi brazo
atrapado bajo tu pelo
y perderme los domingos
entre sábanas, en cueros.
Quiero morir quemado
en el frío Montevideo
disfrutando los tesoros
del dorado de tu cuerpo.
atrapado bajo tu pelo
y perderme los domingos
entre sábanas, en cueros.
Quiero morir quemado
en el frío Montevideo
disfrutando los tesoros
del dorado de tu cuerpo.
domingo, 29 de junio de 2014
Son Lux - Mi Blindaje y Mi Miedo
necesito gritar
no salen palabras
necesito llorar
abrir ventanas
saltar al vacío
correr expuesto al mundo
pero me da miedo
entonces se llena de nudos mi garganta
y me da miedo, me da miedo, me da miedo
no saber qué me pasa
aturdido en mis adentros
no lucho, me rindo y pierdo
ni a mí ni a ella entiendo
dándome miedo quererla
tiembla mi cuerpo de miedo
tener ganas de ella
inventar todo esto
realidad o fantasía
corazón, coraza o cabeza
desconocer quién soy
heridas dejando mella
volver a la calma
lejos de ella
miedo a echarla de menos
y a no extrañarla siquiera
da miedo en mi cama
y si sonríe otro
da miedo a centímetros
y a diez mil kilómetros
de lo que siempre he sido
de lo que ahora se ha ido
desconocerme feliz
idealizarla al serlo
miedo a amar y sufrir
miedo al miedo que tengo
estoy muerto de miedo
y no es para tanto
volverá la calma
lejos del fuego, cenizas
noches de cama
olvidar las heridas
volver solo a casa
ser el mismo de siempre
sonreír triste, eternamente
rincón oscuro y solo
donde nadie pueda verme
yo, mi blindaje y mi miedo
no salen palabras
necesito llorar
abrir ventanas
saltar al vacío
correr expuesto al mundo
pero me da miedo
entonces se llena de nudos mi garganta
y me da miedo, me da miedo, me da miedo
no saber qué me pasa
aturdido en mis adentros
no lucho, me rindo y pierdo
ni a mí ni a ella entiendo
dándome miedo quererla
tiembla mi cuerpo de miedo
tener ganas de ella
inventar todo esto
realidad o fantasía
corazón, coraza o cabeza
desconocer quién soy
heridas dejando mella
volver a la calma
lejos de ella
miedo a echarla de menos
y a no extrañarla siquiera
da miedo en mi cama
y si sonríe otro
da miedo a centímetros
y a diez mil kilómetros
de lo que siempre he sido
de lo que ahora se ha ido
desconocerme feliz
idealizarla al serlo
miedo a amar y sufrir
miedo al miedo que tengo
estoy muerto de miedo
y no es para tanto
volverá la calma
lejos del fuego, cenizas
noches de cama
olvidar las heridas
volver solo a casa
ser el mismo de siempre
sonreír triste, eternamente
rincón oscuro y solo
donde nadie pueda verme
yo, mi blindaje y mi miedo
lunes, 19 de mayo de 2014
He tenido domingos mejores
Vomito domingos de falso renacer
Boca llena de mixtura de los besos de ayer
Resaca en los vasos que nos dieron de beber
Voy buscando un temazo que me pueda mantener
Que de algo de aliento a este alma sin fe
Me hago mil promesas y me intento convecer
Cambiaré, blablabla y cuatro mentiras más
Limpia mi conciencia, permíteme soñar
Acabe este día que nunca llegó a empezar
Y que venga mil mejores como los que tuve ya.
Boca llena de mixtura de los besos de ayer
Resaca en los vasos que nos dieron de beber
Voy buscando un temazo que me pueda mantener
Que de algo de aliento a este alma sin fe
Me hago mil promesas y me intento convecer
Cambiaré, blablabla y cuatro mentiras más
Limpia mi conciencia, permíteme soñar
Acabe este día que nunca llegó a empezar
Y que venga mil mejores como los que tuve ya.
domingo, 27 de abril de 2014
MVD
- A RITMO DE TAPE -
La ciudad carbonizada no paraba ahora de brindarme todos esos taxis rojos de libertad que antes me había ocultado junto a ella y su ukelele.
Una señora está a punto de regar mis bambas marrones con un mar de espuma de Marsella.
Voy divagando infinitamente distraído.
Coloco mis pies en la arena sin prestar atención a las mareas de Montevideo.
Giré por Lavalleja para evitar a aquellos que se paran en la esquina con Colonia a pedir unas monedas que no tengo.
Son las seis y media de la mañana y voy andando por la noche uruguaya, con un chándal gris que ni siquiera reconozco como mío.
Los reflejos de los escaparates me preguntan quién soy mientras bostezan esperando los primeros claros del 21 de abril.
De vuelta de la vuelta de treinta horas desde el paraíso de Lagoa, ya no sé si es que estoy soñando despierto, soñando dormido o viviendo un sueño.
Entre las sombras nocturnas se asoman todos esos edificios de piedra de hojalata cansados de Montevideo.
Iluminados por el amarillo de las farolas que inunda todo.
Brinda forma humana a los que aún no se durmieron, o empezaron ya hace tiempo su día sin luz.
La noche montevideana siempre llena de gente.
Gente por cada esquina, sin importar la hora que sea.
Se cuelan como rayos de sol entre las rendijas de esa gran persiana que es 18 de Julio.
Gente barriendo las calles, andando con su mate y su termo bajo el mismo brazo... en moto, en coche, en taxi, en bondi.
Todo se llena de gente.
En mitad de la tormenta sinfónica de los motores de aquellos que iniciaron la jornada, llego a la esquina con Uruguay.
Suena el tintineo de unas llaves que abren de par en par el portal que enamora y hechiza a todos aquellos que se aventuran a traspasarlo.
Mis pequeños amigos, zumbantes y sanguinarios.
Se comportan como si me hubieran echado de menos durante mi pequeña incursión más allá de la frontera.
Allá donde Chuy se escribe Chuí.
Ahora todo es azul y amarillo, según a qué nivel esté colocada la bombilla.
Cafeteras hirviendo, duchas dejando caer violentamente el agua en el silencio noctámbulo... solo se rompe con el eco de las conversaciones que retumban en los grecorianos muros del pasillo.
Subo los tres pisos hasta mi cama, buscando no enfrentarme con el gato de la vecina en algún recodo de esta pesada escalera, sin saber si podré llegar, algún día, a demostrarme que todo esto no ha sido más que un bonito sueño.
La ciudad carbonizada no paraba ahora de brindarme todos esos taxis rojos de libertad que antes me había ocultado junto a ella y su ukelele.
Una señora está a punto de regar mis bambas marrones con un mar de espuma de Marsella.
Voy divagando infinitamente distraído.
Coloco mis pies en la arena sin prestar atención a las mareas de Montevideo.
Giré por Lavalleja para evitar a aquellos que se paran en la esquina con Colonia a pedir unas monedas que no tengo.
Son las seis y media de la mañana y voy andando por la noche uruguaya, con un chándal gris que ni siquiera reconozco como mío.
Los reflejos de los escaparates me preguntan quién soy mientras bostezan esperando los primeros claros del 21 de abril.
De vuelta de la vuelta de treinta horas desde el paraíso de Lagoa, ya no sé si es que estoy soñando despierto, soñando dormido o viviendo un sueño.
Entre las sombras nocturnas se asoman todos esos edificios de piedra de hojalata cansados de Montevideo.
Iluminados por el amarillo de las farolas que inunda todo.
Brinda forma humana a los que aún no se durmieron, o empezaron ya hace tiempo su día sin luz.
La noche montevideana siempre llena de gente.
Gente por cada esquina, sin importar la hora que sea.
Se cuelan como rayos de sol entre las rendijas de esa gran persiana que es 18 de Julio.
Gente barriendo las calles, andando con su mate y su termo bajo el mismo brazo... en moto, en coche, en taxi, en bondi.
Todo se llena de gente.
En mitad de la tormenta sinfónica de los motores de aquellos que iniciaron la jornada, llego a la esquina con Uruguay.
Suena el tintineo de unas llaves que abren de par en par el portal que enamora y hechiza a todos aquellos que se aventuran a traspasarlo.
Mis pequeños amigos, zumbantes y sanguinarios.
Se comportan como si me hubieran echado de menos durante mi pequeña incursión más allá de la frontera.
Allá donde Chuy se escribe Chuí.
Revolotean.
Se encargan de hacer al menos de esta fantasía algo más real, recordándome que sus mordidas siguen picando.
Se encargan de hacer al menos de esta fantasía algo más real, recordándome que sus mordidas siguen picando.
Ahora todo es azul y amarillo, según a qué nivel esté colocada la bombilla.
Cafeteras hirviendo, duchas dejando caer violentamente el agua en el silencio noctámbulo... solo se rompe con el eco de las conversaciones que retumban en los grecorianos muros del pasillo.
Subo los tres pisos hasta mi cama, buscando no enfrentarme con el gato de la vecina en algún recodo de esta pesada escalera, sin saber si podré llegar, algún día, a demostrarme que todo esto no ha sido más que un bonito sueño.
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